martes, 31 de mayo de 2011

Compañera

Un relato de Iván Gallardo Iglesias ( Sevilla, España)
Ganador del VI Concurso de Relatos "Justo Vasco" de temática criminal, que convoca la Asociación Novelpol.




COMPAÑERA
1.
El barco se llamaba Compañera, y cubría el trayecto entre las islas de Consorte y Malnacida, llamadas islas por el simple hecho de ser superficies de tierra rodeadas de mar en todo su contorno. Cada mañana salía de Malnacida a las 7:20 y arribaba a su destino catorce minutos después, invirtiendo la operación por la tarde. Los pasajeros que aguardaban en el puerto sabían de su llegada por el lamento de un violín, semejante al llanto de un soldado asustado. Instantes después la mole del barco aparecía ante sus ojos con la silueta del capitán recortada en cubierta.
El capitán se llamaba Patrick.
El barco se llamaba Compañera.

2.
En la isla de Malnacida existe un sanatorio para enfermos mentales, ubicado en la vertiente de las tormentas. Las enfermeras del turno de tarde acaban su jornada a las siete y abandonan la institución siempre muy aprisa, excepto una de ellas. Cuando ya todas se han marchado, entra de nuevo en la habitación comunal y reparte las medicinas correspondientes, un surtido de formas y colores. Acabada la tarea, lee un poema de un viejo libro gastado, sólo uno y nunca el mismo.
Hasta el sanatorio no llega más que el sonido del mar, pero a veces, cuando el viento sopla con rabia, puede escucharse el rumor lejano de un violín, semejante al lamento de un soldado asustado.
La enfermera Alexa recita poemas. Su voz consuela a los enfermos.

3.
En la segunda planta de un edificio cualquiera hay un hombre con un libro en las manos. Cada día, desde hace años, lee una sola palabra de ese libro. Si lo termina antes de morir cogerá la maleta que tiene siempre preparada junto a su cama y partirá de viaje para matar a un hombre al que no ha visto jamás.

4.
La esposa del capitán tiene la piel muy blanca y parece muy frágil, como un cristal a punto de quebrarse. Con el rostro apoyado en la ventana mira la lluvia que cae del otro lado, del lado de la vida. Cristal contra cristal, piensa de pronto, y una lágrima resbala de sus ojos cansados. La esposa del capitán tiene la piel muy blanca y parece muy frágil, pero hace ya tres años que lucha contra su enfermedad, y aún sigue luchando.
Tiene la piel muy blanca. Hace ya tres años. Parece muy frágil.
La esposa del capitán.

5.
Cuando tenía cuatro años alguien sugirió a los padres de Amnón que su hijo bien podía ser un virtuoso del violín. Siguiendo aquella indicación, sus padres le buscaron el mejor profesor que encontraron. A los siete años dio su primer concierto, a los doce se convirtió en maestro, a los dieciséis decidió abandonarlo todo y se enroló como marinero en un barco pesquero. En poco más de un año dio dos veces la vuelta al mundo, se emborrachó por primera vez, perdió su virginidad, cayó por la borda y estuvo a punto de morir ahogado. De tanto fregar la cubierta perdió la sensibilidad de los dedos. En una taberna acabó apostando su violín en una partida de dados, y lo perdió. En una oscura callejuela de un puerto perdido apuñaló a un hombre y lo dejó tendido allí, sin saber si viviría.
Huyendo de sus fantasmas desembarcó en un pequeño puerto, donde acabó empleado como ayudante del capitán de un barco de pasajeros. El barco cubría el trayecto entre las islas de Consorte y Malnacida, llamadas islas por el simple hecho de ser superficies de tierra rodeadas de mar en todo su contorno.
El capitán se llamaba Patrick.
El barco se llamaba Compañera.

6.
- Recodo.
El libro se cierra con un sonido de féretro.

7.
La enfermera Alexa guarda con cuidado los medicamentos y se despoja de su uniforme. Sobre la mesa de la sala común deja el libro de poemas, abierto por el próximo que ha de ser leído. Baja con parsimonia la escalera hacia la calle y allí encuentra unos ojos que la siguen con un contorno de océano en la mirada. No acelera el paso, no siente miedo porque conoce bien esa mirada. Instintivamente acerca los dedos a su nariz y un aroma amargo la invade como un látigo. Por más que se lava las manos no consigue eliminar del todo el olor del veneno.


8.
El capitán Patrick no tiene hijos, y nunca quiso tenerlos. Entre él y Amnón ha surgido una amistad de las que sólo surgen entre hombres duros, hecha más de silencios que de grandes palabras. Desconoce de donde viene, y jamás le ha preguntado por qué toca un violín que tiene una sola cuerda y parece llorar como un naufrago. Tampoco le ha preguntado la causa de que su mirada se haya vuelto huidiza en las últimas semanas, y se sorprendería si supiera que Amnón está enamorado de una mujer mucho mayor que él y con la que nunca ha cruzado una palabra.

9.
Silueta recortada contra un cristal, labios que se mueven como si siguieran una melodía secreta, ojos grandes que recorren las palabras de un libro, manos que acarician la frente de una enferma, dedos que acercan un vaso hasta unos labios resecos, hastiados de fiebre.
Sueños hechos de retazos, angustia de querer sin saber cómo, lamentos de un violín que declara su amor a los vientos.
10.
La fotografía que tiene en la mano se burla en silencio del hombre que bebe en la cantina. Los años se han vengado del capitán de la peor manera posible, devolviéndole cada día su propia imagen, la imagen de la derrota. Todo el mundo tiene una debilidad, y la del capitán es su pasado. Por eso lo ha intentado borrar de su memoria como si nunca hubiera existido, no más que un mal sueño que se desvanece con el alba.
Se guarda la fotografía en el bolsillo de la chaqueta y nota el frío metálico del revólver, cargado con una sola bala.

11.
Sabe que el fin está cerca y quizás por eso siente un peso mayor en el corazón, como si todos los demonios del mundo intentaran tirar de su alma hacia el infierno. Con los ojos inmensos recorre la oscuridad, una amenaza callada. Sabe que lo que hace es un error, aunque sea un error de amor, pero en su conciencia pesa más la crueldad de no aliviar el sufrimiento de esa mujer de manos delicadas y piel blanca que parece tan frágil, como un cristal a punto de quebrarse.
Hasta sus oídos llega la voz del viento y se queda muy quieta, como si quisiera volverse invisible. Aunque no puede verlos, siente que unos ojos la vigilan, ateridos e insomnes en medio de la noche.

12.
Tuve que correr, piensa el capitán, y fui más rápido, pero el destino ha sido más paciente. Mira al hombre que permanece en pie delante de él, con un diario en las manos. Con una lentitud ensayada el hombre amartilla el revólver con que le apunta. El sonido es helado y azul, como de huesos o corazones que se rompen. Sin dejar de apuntarle le alcanza el diario, y el capitán reconoce la letra pulcra y cuidada que tanto amó hace años, cuando aún era capaz de amar.
“No estoy aquí para vengarme, sino para cumplir una promesa”, dice el hombre con tranquilidad. El capitán asiente despacio y enciende un cigarrillo. El humo envuelve su rostro, impidiendo saber si su último gesto es de temor o de asombro, o simplemente de resignación. Ha oído decir muchas veces que en el instante final toda nuestra vida desfila ante los ojos, y ahora sabe que es cierto.
Pelo rubio de salitre, cuerpos, olas que baten contra un barco, noches de alcohol, palabras que se vuelven promesas incumplidas, lágrimas, gritos, dolor, tinta negra de veneno y secretos, el primer llanto de un niño, el pozo negro del cañón de un revólver, soledad, manos abiertas, oscuridad.

13.
La mañana llega porque no sabe hacer otra cosa, pero lo hace de puntillas. La sombra del invierno ha marcado la frontera, y la esposa del capitán quedó del lado equivocado. Paradójicamente, parece menos vulnerable en la derrota.
Cuando el forense llega para dictaminar lo ya sabido percibe un olor extraño. Varias horas después hace llamar al jefe de policía y le enseña una foto. En ella se ve a una mujer con uniforme blanco y ojos soñadores que sonríe con todo el rostro excepto con los labios.
Como el barco no puede viajar hoy el cuerpo es enterrado en Malnacida, separado para siempre de aquel otro ser a quien amó hasta que comenzó a olvidar su nombre y su olor, devastada su memoria por una inmensa mancha blanca.

14.
Hasta mucho después de bajar del tren y salir de la ciudad no se atreve a mirar atrás por primera vez. Camina sin descanso durante varias horas, sin un destino claro, pero siempre hacia el sur. La primera noche es la peor, atenazada por la angustia y el remordimiento. Pese al miedo y el frío su cuerpo la traiciona y cae en un sueño ligero. Sueña con dos pequeñas islas y con un barco que las une como si fuera el guardián de su amor secreto, y muy lejos, casi como un susurro, llega hasta ella el sonido de un violín, semejante al lamento de un soldado asustado.
Al despertar, encuentra los ojos del joven al otro lado del camino.

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