¿Cómo puede un presbítero negar la comunión a un enfermo grave de cáncer porque no ha realizado el rito del matrimonio de la Iglesia, siendo así que es un padre ejemplar y un esposo admirable? ¿Cómo se puede negar el pan de vida a miles, millones, de campesinos del continente latinoamericano y de todo el mundo porque no tienen ese rito eclesiástico en su haber, siendo así que son padres y madres de familia que aman a sus hijos e hijas y se sacrifican por ellos, y como pareja son maravillosamente humanos? ¿Por qué se condena a matrimonios de emigrantes a quedar fuera de la comunión eucarística porque no tienen sus papeles de bautismo en regla y no se pueden casar por la ceremonia eclesiástica porque una guerra infernal, de hace años ya, les hizo que fueran bautizados con problemas en su partida? ¿No puede una doctora, médico, comulgar el cuerpo sacramentado de Jesús cuando cumple llena de amor su trabajo con enfermos y es fiel en su matrimonio, aunque no se haya casado por la iglesia con el rito oficial por los motivos más diversos que pueda haber?

¿Cómo no van a vaciarse las iglesias católicas en el mundo rural de todos los continentes si son considerados pecadores, o al menos, indignos de acercarse a Jesús? ¿Pero no fueron ellos los preferidos de Jesús de Nazaret? ¿No se dirigen a ellos antes que a cualquier otros las bienaventuranzas? ¿No se rodeó Jesús de pescadores y gentes que no se habían casado ni siquiera por lo civil, que diríamos hoy? ¿No nos explicó el Apóstol que para ser libres nos libertó Cristo?

Angel Arnaiz Quintana, op
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