jueves, 29 de diciembre de 2011

ABANDONO, OBEDIENCIA, ENCARNACIÓN, REDENCIÓN Y SALVACIÓN


Como todos los años por estas fechas me dispongo, con temor y temblor, a volcar por escrito lo que late en mi corazón con motivo de la santa conmemoración de la Natividad del Niño Dios, para compartir lo que edite como una felicitación de Navidad, invocando al Espíritu Santo para que me inspire, ilumine y guie.


Nací en un pueblecito de “La Mancha”, donde una gran cantidad de sus pobladores eran Labradores o trabajaban en las labores del campo y algunos de ellos vivían fuera del pueblo en casitas muy humildes, construidas en medio de las fincas de labor que trabajaban o guardiaban. Muchos de ellos no eran dueños de esas sencillas construcciones rurales donde vivían. Esas casitas no tenían o casi no tenían las comodidades domésticas de los hogares del pueblo y mucho menos las de los de las ciudades. Vivían en la escasez y la penuria.


En mis muchos recorridos, en mi infancia, por todas las áreas rurales de alrededor de mi pueblo, veía a esos pobladores sencillos que vivían en medio del campo e incluso tuve ocasiones de conocerlos y hablar con ellos, debido, no tanto a mi curiosidad infantil, sino sobre todo a su espontáneo y bondadoso espíritu de humilde y alegre acogida. Confieso que siempre mi primera impresión me hacía pensar: ¡Pobre gente, cómo y dónde viven…!


He recorrido muchas áreas geográficas de España y de otros países y en ocasiones he seguido viendo en algunos lugares, demasiados, lo mismo. Me ha afligido verlo, aunque la impronta que sentía ahora era algo diferente de la que sentía en mi infancia; y quiero volver a recuperar la de mi infancia y quedarme con ella en el corazón, con esa verdad sentida.


Esa impronta, esa verdad sentida en la infancia es la que me inspiro hace años a construir un sencillo y rústico ‘Portal de Belén’ con el que montaba el ‘Belén’ en mi casa, intentado montar un ámbito rural al estilo de mi tierra manchega (todavía ahora, algunos años monto sólo el ‘Portal con el Misterio’). Mirando con ojos puramente humanos el ‘Portal’, el ‘Misterio’ y todo lo demás, al centrar la vista en la ‘cuna’ del ‘Niño Dios’, revivo esa ‘verdad sentida’: ¡Pobre Niño Jesús, cómo y dónde nació! ¡Pobre María y José, dónde y cómo vivieron el Nacimiento del Niño Dios! ¡Qué pobreza! ¡Qué sencillez! ¡Qué escasez!.


Sin embargo, esos compasivos sentimientos son muy poco, casi nada, nada, ante el inabarcable Misterio que, por la fe, sé que hay detrás de esa apariencia visible que conmueve el corazón. Tras esa apariencia de ‘vida humana real’ está nada menos que el Hijo de Dios que se hace criatura humana como todas las demás criaturas humanas a las que ‘Ama Infinitamente’, está también otra criatura humana ‘Llena de Gracia’ que es la Madre de Dios y está otra criatura humana plenamente ‘Obediente en la fe’ que es la Cabeza que Dios ha querido para la Sagrada Familia que los tres componen. ¡Ni en toda la inmensidad del Universo, ni en todo el Mundo, podrá existir jamás una ‘escena más humilde’ que a su vez sea tan inconmensurablemente Grandiosa, Bella, Buena, Transcendente y Admirable…! ¡Es la Infinitud de la Humildad, Poder y Amor de Dios refugiados en una rústica, pequeña y pobre ‘cueva-pesebre’ de las afueras de un insignificante pueblecito de Israel!


Hagamos, por favor, un paciente y sosegado ejercicio de desbordante imaginación y hagámonos fieles y generosos protagonistas del ‘cuento’ siguiente:


“Había una vez en un lugar perdido del mundo un pastorcito que pastoreaba su rebaño de ovejas por el valle de un río, que antiguamente serpenteaba entre las montañas y que desde hace muchos años está seco y por el que ya no corre el torrente de agua, que, años atrás, estrepitosamente llenaba de ruido con sus torrenteras, rápidos y trepidante corriente. Ahora sólo era un tranquilo, verde y florido valle de montaña donde el pastorcillo llevaba su rebaño. Todos los días, sentado en una gran roca, desde donde vigilaba a las ovejas, veía a sus pies un hormiguero, del cual salían y entraban centenares de ‘hormiguitas’ marrones que, incansables, iban a coger alimentos y volvían con ellos para almacenarlos en el hormiguero. Llevaba ya muchos años viendo el mismo hormiguero en la época estival. Las ‘hormiguitas’ eran su única y silenciosa compañía y se pasaba el tiempo observándolas en su ir y venir.


Desde el principio de ir a ese lugar del valle seco, le rondaba por su cabeza la idea de comunicarse con las ‘hormiguitas’. Pero, no sabía, ni encontraba la forma de hacerlos, para poder hablar con ellas. Se decía para sí mismo ¿Cómo yo, un ser humano, va a poder hablar con esos pequeños animalitos, por muchas ganas que tenga de hacerlo? Y siempre continuaba contemplándolas sin perturbar su incesante labor…


Un día pensó que si él pudiera convertirse en ‘hormiguita’, sin dejar de tener la inteligencia, las actitudes y habilidades del ser humano, podría hablar con ellas e incluso en determinadas ocasiones ayudarlas, respetando y no perturbando lo que hacían y cómo lo hacían. Así tendría miles de interlocutores durante las interminables horas de soledad durante las cuales apacentaba y cuidaba a sus ovejas. Luego pensó que, por muy bonito que fuera su experiencia de ‘hormiguita’ corría el peligro de que su perro pastor e incluso las mismas ovejas pudieran pisarle y aplastarle. Dejo de pensar en ello y todos los días continuaba haciendo su solitaria labor como siempre, mirando desde la distancia el hormiguero.


Sin embargo, un bochornoso día de verano, en el que las oscuras nubes amenazaban de tormenta, se dijo a sí mismo: En otro valle, más al sur, hace unos días una fortísima tormenta de granizo, agua y viento lo inundó y arrasó todo lo que había en él. ¿Y si ahora pasa aquí los mismo, que será de esas ‘pobrecillas hormiguitas’? ¿Qué podría hacer yo para salvarlas del peligro? ¿Ellas no son conscientes del peligro que corren?. ¡Si puedo convertirme en ‘hormiguita’ para avisarlas, luego también podré ser otra vez ‘pastor’ y hable salvado a las ‘hormiguitas’ sin haber abandonado y perdido a mis ovejas…!
Tanto y tanto deseó eso que, antes de que descargase la amenazadora tormenta se convirtió en ‘hormiguita’, sin dejar de pensar… y sentir… como ser humano. Bajó al hormiguero y comenzó a dialogar con las ‘hormiguitas’ líderes y pudo comunicarse con ellas y hacerles entender el peligro que se cernía sobre ellas. Junto con ellas, trazaron un plan para prolongar varios túneles del hormiguero en dirección ascendente por el terreno de la montaña, hasta una altura suficiente para estar a salvo. Luego trasladaron todas sus despensas a los nuevos túneles y así quedaron salvadas de todos los destrozos y arrasamientos que el torrente originado por la gran tormenta ocasionó en las partes bajas del valle. Antes de ello, el pastorcito subió al rebaño a un lugar seguro y lo dejó al cuidado de su fiel perro.


Cuando todo pasó, se despidió de las agradecidas ‘hormiguitas’, que le prometieron que siempre tendría un lugar especial entre ellas; y volvió a ser un ser humano, para retornar con su rebaño de ovejas y todos los día cuando volviera al valle estar también con ellas…
En su camino de vuelta a su pueblecito, se encontró con otro pastor y comentando lo de la tormenta le contó lo acontecido. El otro no se lo creía, le dijo que era una locura de imaginación y que lo había soñado. Él le dijo que no, que paso así. El otro le dijo que estaba loco, que había corrido una gran riesgo, que podía haber perdido su rebaño y haber muerto…; y le preguntó: ¿Qué has sacado con toda esa loca aventura, si es que es verdad?. El pastorcito le contestó: “Yo amo a esas ‘hormiguitas’ y ahora he conseguido que ellas también me amen a mí. He aumentado el rebaño de criaturas a las que amo y me aman…”. El otro pastor le dijo ‘estás loco’…

Salvando la distancia, que es Infinita, Dios cuando creó por Amor al hombre y vio como en la lucha entre la donación de ‘Gracia’ que Le regalaba y la ‘libertad’ del mismo, la libertad del ser humano hacía que éste se separase de Él…, al principio se arrepintió de haberlo creado (ver el Génesis)…, pero por los ruegos de sus Profetas… hizo una nueva alianza… Sin embargo, al ver el comportamiento del hombre y la perdición a la que se precipitaba, decidió, por su Amor al hombre, enviar a su Hijo Único y que se hiciese ‘hombre’ como nosotros para Salvarnos del abismo infernal de que cada uno de nosotros se hiciese ‘dios’ de sí mismo y adorase a otros ‘falsos dioses’ del mundo, dándole la espalda a Él, por su ‘libertad en la ignorancia’, para su propia auto-aniquilación como ‘hombre creado por Dios, para ser de Dios, para ser Amado por Dios y para amar a Dios’, convirtiéndose en esclavo del Mal y… ¡Locura de Amor de Dios por nosotros…!
Para ello, fue necesario el SÍ ‘confiado’ de María, abandonándose fiel y plenamente a la Voluntad de Dios, para la actuación del Espíritu Santo en la Encarnación de su Hijo. 


También fue necesaria la ‘kenosis’ –abajamiento supremo del Verbo –Segunda Persona de la Santa Trinidad-, en fiel y completa Obediencia y Amor a su Padre, así como su Vida, Pasión y Muerte en abandono pleno y absolutamente confiado al Mismo…; y por último su Resurrección para vencer al pecado y a la muerte, para así Redimirnos y Salvarnos… ¡Todo por el Amor que Dios nos tiene a todos…!


Desde en Nacimiento del Niño Dios en la ‘cueva-pesebre’ hasta su Muerte, la de Jesús, en la Cruz, Cristo pasó –como hombre- por la indefensión, la pobreza, las tribulaciones, las tentaciones, el dolor, la enfermedad, el aprendizaje,…, la humillación, la ofensa, la marginación, el agravio, el fracaso –humano-, el miedo, el apresamiento, la condena –injusta-, la agonía, la muerte…, por todo lo que pasamos todos los seres humanos de una u otra manera en nuestras vidas… y sigue pasando por todo ello cuando cualquiera de nosotros atraviesa cualquiera de esas circunstancias de la vida, sea cual sea…, viviéndolas a nuestro lado y con nosotros… ¡Él nunca se quejó, nunca se comportó de manera victimista, nunca se desesperó…! ¡Él se abandonaba –en la oración íntima- a la Voluntad del Padre, para cumplirla con y por Amor…, para así cumplir fielmente ‘su Misión’, por la que había venido al mundo…!


Cualquiera de nosotros, si vamos tras Él, enamorados de Él, como cristianos que Le amamos a Él –negándonos a nosotros mismos, abrazando y amando nuestra cruz particular, y siguiéndole-, cuando atravesamos en nuestra vida cotidiana esas circunstancias o situaciones adversas, si de verdad nos acordamos de Él, nos abandonamos a Él, se lo ofrecemos a Él y nos ponemos –confiada y plenamente-en sus Manos –de la Mano de la Virgen María-, sabiendo que Él está con nosotros, a nuestro lado y que Él jamás nos abandonará, ni su Amor y Misericordia, viviremos todo –sea gozo o dolor- como Él lo vivió… y en nuestro corazón habrá la certeza y vivencia de una ‘gozosa paz’…, que es la señal de que la Santísima Trinidad habita en nuestro corazón… Esa ‘gozosa paz’ jamás la tendremos cuando nos abandonamos o apegamos a los demás, a su opinión sobre nuestra imagen o haciéndonos las víctimas para ganárnoslos y dominarlos o para que nos adulen y halaguen nuestra vanidad o para usarlos para nuestros propios intereses o cuando –confiando más en ellos y en las cosas que en Dios- creemos que ellos nos solucionarán nuestros dolores, enfermedades y necesidades..., lo que favorecerá que nuestra vida no sea ‘Obra de Dios’ sino del maligno y estropearemos la Obra de Dios en nosotros, dejándonos ‘embaucar’… y embaucando a los demás… ¡Para nosotros, los seres humanos, eso último es bastante fácil, lo primero es muy difícil, ya que sin Él, no podemos nada y somos libres en la ignorancia…! Pero, ¡Él lo puede todo, para Él no hay nada imposible!. Así que con Él, por Él y con Él… lo podremos todo y será su Obra, no la nuestra…! ¡Abandonémonos de verdad, fiel, confiada y plenamente sólo a Él y que sea lo que Él quiera, no lo que queramos nosotros o el Maligno…!

Os deseo a todos una Feliz vivencia de la Natividad del Niño Dios, viviendo la verdadera y pura Navidad en nuestros corazones, así como un venturoso Año Nuevo 2012 lleno de ocasiones de irradiar la Sed de Amor de almas de Jesús. Que el Niño Dios os bendiga, guie y sea en vosotros. 


 JOSÉ LUIS CAMPO CAMPO, MCL.

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